Mi vida en Londres transcurre en lo que yo llamo el triángulo de las Bermudas. Los vértices de este triángulo son mi casa, el trabajo y el supermercado. Calculo que las probabilidades de encontrarme en alguno uno de estos tres sitios superan el 90%. Me lo paso de puta madre. Especialmente en el supermercado.
Hace dos sábados, cuando llevaba cuatro días en Londres, conseguí salir por primera vez del triángulo de las Bermudas. Salió un día radiante (el mejor con diferencia desde que estoy aquí). Hacía tanto calor que, de haberlas tenido (se quedaron todas en Barcelona), me hubiese puesto bermudas para salir del triángulo de las ídem (lo sé, este chiste era fácil pero no lo he podido evitar).
Así que decidí pasear. Pero no un paseíto cualquiera, no. A lo bestia. A patita hasta el centro de Londres. Lo acabo de mirar en Google Maps, y son 6 km. Y otros tantos de vuelta.
Una de las cosas que me gustan de las ciudades con río es caminar por la ribera del mismo (para quien esté algo despistado, la ciudad de Londres es atravesada por el río Támesis de oeste a este). Y aquí han ido habilitando tramos para pasear. Y a eso me puse, como un campeón.
Vivo a un cuarto de hora del Tower Bridge (o Puente de la Torre), que es este puente tan famoso:

Aunque probablemente es el puente más famoso de todo Londres, no debemos confundirlo con el Puente de Londres (London Bridge); ese es otro, bastante más modesto (por no llamarlo feo de narices):


Volviendo al Tower Bridge, éste debe su nombre a que está situado justo al lado de la Torre de Londres (Tower of London), que es donde antiguamente los reyes de Inglaterra solían encarcelar a sus enemigos. Actualmente, en la Torre de Londres se exhiben las joyas de la Corona (y no me refiero a ese gran programa presentado por la aún más grande Carmen Lomana).

Justo al lado del Tower Bridge descubrí un rincón muy chulo: los Saint Katherine Docks (los muelles de Sta. Catalina). Para que os hagáis una idea, es como tener un puerto deportivo en el patio de manzana de tu casa. El puerto está rodeado de restaurantes, todo bastante “posh” (pijito, de nivel).


Por cierto, el estilo toledano se impone. A la puerta de un restaurante temático medieval de los Docks tenían esto:

705 millas para ver una buena armadura ...
Al otro lado del Tower Bridge está el ayuntamiento de Londres, que es este edificio de cristal en forma de huevo.

Cuentan que cuando lo inauguraron, el alcalde de Londres llamó al entonces alcalde de Barcelona (un señor con el pelo blanco, que luego fue embajador y tal) y le dijo "¡Ya tengo el huevo de cristal!", y el otro le respondió "¡Y yo el cerebro de corchopán!". No sé si es verdad.
Al lado de la Torre de Londres hay bastantes garitos de comida rápida. En uno de ellos tenían colgado este cartel.

Y una idea empezó a germinar en mi cabecita. Seguí caminando hacia el centro de Londres.
Esta es la primera sede de una empresa española que me encontré en Londres. ¡Qué casualidad, un banco!

Siguiendo por la ribera del río se empiezan a encontrar barcos amarrados que están habilitados como restaurantes y bares. Uno de ellos me hizo especial gracia, básicamente por el nombre:

Creo recordar que estaban especializados en comida española, pero no estoy muy seguro.
Cuando empiezas a ver el London Eye (literalmente, el Ojo de Londres) sabes que ya estás casi en el centro de la ciudad.

Por cierto, el nombre completo de esta noria es EDF Energy London Eye, es decir, la noria está “patrocinada” por EDF Energy, que como la Endesa de aquí. Es curioso esto de esponsorizar las atracciones turísticas. No sé, igual dentro de poco vemos la Movistar Sagrada Familia, quién sabe.
Por esa zona hay un monumento conmemorativo de la batalla de Inglaterra, de la 2ª Guerra Mundial. Es una especie de mural en 3D, mola mucho:


En la foto de abajo se lee una frase de Winston Churchill: "En la historia de los conflictos de la Humanidad, nunca tantos debieron tanto a tan pocos". La frase se refiere a los sacrificios que hicieron los pilotos de la fuerza aérea británica (la RAF) durante la batalla de Inglaterra contra las fuerzas aéreas de la Alemania nazi (la Luftwaffe). Por lo visto, los efectivos de la RAF eran mucho menos numerosos, y a menudo volaban en condiciones muy precarias. Pero pese a todo, lograron contener a los alemanes. Si no lo hubiesen logrado, a lo mejor ahora todos nos estaríamos alimentando de salchichas y col fermentada. O llevaríamos un pijama de rayas.
Esta gente lleva muy por bandera lo de las dos Guerras Mundiales. Es muy fácil encontrar monumentos conmemorativos de tal o cual batalla, o de homenaje a tal o cual brigada del ejército ...
Y un poquito más para adelante, el Big Ben y las Houses of Parliament, sede del parlamento británico. ¡El Big Ben, Lucía!

Por cierto, que aquí también hay indignados. Pero creo que aquí están permanentemente indignados, siempre que he pasado por esta zona hay gente acampada.

A esa hora ya empezaba a tener un hambre de morirme, y una sed de no te menees. Así que, siguiendo la idea que antes había tenido, me puse a buscar un típico pub inglés para comer. Mi intención era probar lo que es uno de los platos más insignes de la reputadísima cocina británica: el fish’n’chips (pescado con patatas fritas, el colmo de la sofisticación).
He estado bastantes veces en Inglaterra (de hecho, creo que es el país extranjero en el que he pasado más tiempo, aparte de España, claro). Esta ha sido fina, a ver quién la ha pillado. Pues eso, que todavía no había probado el fish’n’chips. ¡Cómo se puede tolerar eso!
Así que, cerca de Downing Street (donde vive el primer ministro, David Cameron of the Island) encontré el The Clarence Pub, y allí que me metí.

Tuve suerte de encontrar mesa, y pedí lo que más ansiaba: ¡una pinta de cerveza! (ya os he dicho que estaba muerto de sed). Y el fish’n’chips, claro. Y siguiendo la costumbre de fotografiar comida de mi buena amiga Rosa, voilà:

Sí, cuando llegó la comida ya le había dado un tiento a la birra.
Qué queréis que os diga. Como el gazpacho del súper. Una y no más. El pescado en sí era bacalao. Pero no sabía a nada. El rebozado, tipo gabardina de Los Espumosos (a los que no sois de Zaragoza, esto ni flowers). Lo que hay en el tarrito blanco era salsa tártara. Las patatas estaban ricas, pero joder, son patatas fritas. Ni un inglés las podría hacer mal. Y los guisantes ahí los veis, más tristes que un torero al otro lado del telón de acero (qué antigua se ha quedado la letra de esta canción de Sabina, especialmente esta parte). Además, todos iguales, redondos y verdes, como las lentejas, qué rabia, ¿¿eh Santi?? ;-)
Eso sí, no dejé nada en el plato, menudo soy yo. Además, no fue nada barato, creo que pagué unos 20€ en total (hay que decir que es un pub super guay, en pleno centro de Londres).
Como hacía buena tarde y estaba cerquita, decidí ir a revolcarme en la hierba de St James’s Park, uno de los grandes parques de Londres (aunque probablemente uno de los más pequeños de los grandes parques de Londres). Está muy cerca de Buckingham Palace, donde reside Su Graciosa Majestad (te partes el culo con ella, es como los dos Morancos en una misma persona).
El parque estaba hasta arriba de peña. Todos tomando el sol como cangrejos. Después de llevar aquí quince días y de no haber tenido otro día entero soleado, les entiendo perfectamente.

Tomando el sol como cangrejos y bebiendo. Champán, cerveza, vino, lo que sea. Pero bebiendo. A las cuatro de la tarde. Este país tiene un problema con el alcohol, pero de eso ya hablaré otro día.
Fue curioso ver una especie de celebración de bautizo que estaba haciendo un grupo de gente en el parque, con sus tumbonas, sus manteles, su bebé disfrazado (pobre criatura, cómo la llevaban), todos con sus americanas y sus sombreritos de paja ... So British. Parecía una típica escena de comedia británica, sólo faltaba Hugh Grant poniendo cara de gilipollas.
Y de ahí, de vuelta al triángulo de las Bermudas.