
Como veis, no es otra cosa que morcilla, bien rica por cierto. Y es que por lo visto los escoceses son muy de embutidos. La otra gran especialidad escocesa en este campo es el "haggis", que es esto:

No he podido encontrar una foto más asquerosa, lo reconozco. Normalmente te lo sirven en rodajas y sabe muy parecido a la butifarra de perol, está rico, en serio. Y es que ya dicen que los escoceses y los catalanes tenemos rasgos comunes, como la tacañería ... aunque ellos no tienen autopistas de peaje, que conste.
Nada más acabar el desayuno emprendimos la huída del Old Mill Hotel, rumbo a Edimburgo.
Durante todo el mes de agosto se celebra en Edimburgo el festival de ídem, que es un macro festival de teatro (aunque también hay actuaciones musicales y demás artes escénicas). Vamos, que encontrar alojamiento en Edimburgo en pleno festival, más o menos céntrico y bien de precio fue un milagro. Nos alojamos en un B&B llamado Murrayfield Park Guest House, que queda a diez minutos en bus del centro. Ningún lujo, pero correcto, y la recepcionista era una chiquita muy amable que nos dio un montón de indicaciones.
Así que, una vez registrados en el B&B, cogimos el bus y nos fuimos para el centro. Aprovechando que hacía solecito, hicimos un picnic en los jardines de Princes Street:
Otra cosa bastante distinta respecto a España es el tema de los cementerios. Aquí es muy común que junto a las iglesias haya cementerios super antiguos, incluso en plena ciudad. Y de camino a Calton Hill, que es una colina desde la que se ve todo Edimburgo, nos pasamos por este. Parece el plató de Thriller (pero como este hay un montón):
Lo que hace especial a este cementerio concreto es que en él se encuentran las tumbas de algunos personajes célebres. Entre ellos, la del filósofo David Hume:
Tras una trabajosa subida, llegamos a la cima de Calton Hill:
Una vez de vuelta a la ciudad, visitamos el parlamento escocés; es el primer parlamento que visito en mi vida, y me gustó. Es un edificio moderno, obra del arquitecto catalán Enric Miralles.
El parlamento escocés está en un extremo de la principal calle comercial de Edimburgo, la Royal Mile. Pues casi en el extremo opuesto, está la catedral de St Giles:
A lo largo de las paredes de la catedral hay placas en recuerdo de personajes ilustres (fulanito de tal, conde de nosequé, nació en tal año y la palmó en tal otro, etc). Una de ellas me hizo especial gracia.
Dice: "Gracias a Dios por el descubrimiento de la anestesia de cloroformo por parte de James Young Simpson en 1847". Supongo que la encargó alguien a quien habían operado sin anestesia y lo pasó muy mal.
Esta catedral sería, al día siguiente, el escenario de la escena más surrealista de todo el viaje, pero eso queda para el próximo post.
Como he dicho antes, estábamos en Edimburgo en pleno festival. El ambiente es espectacular, hay centenares de espectáculos teatrales programados, una auténtica pasada.
Estuvimos mirando el programa, y tras descartar ir a ver a las decenas de monologuistas que había (más que nada porque no nos íbamos a enterar de la misa la mitad), intentamos conseguir entradas para la actuación de un beatboxer que se llama Shlomo, que hace cosas como éstas:
Pero estaban agotadas. Què hi farem.
Las calles estaban repletas de gente, y había muchísima peña repartiendo folletos de los espectáculos teatrales, algunos de pago, otros gratuitos. Era difícil dar 10 pasos sin que te encasqueten un par de folletos. Y molaba mucho irte encontrando actuaciones callejeras, ya fueran mimos, magos o grupos musicales. Vamos, como el JaJa Festival pero a lo bestia.
Y los inefables gaiteros, claro está. El de la primera foto era un chavalín super joven, y tenía a su padre esperando a que acabara de tocar para irse a casa. Como había mucha animación y la gente le iba echando dinero, el chaval le decía a su padre que esperase, que tocaba una más, y el padre, ahí resignado, esperando.
El otro debía de ser un hijo escocés de John Lennon:
Por último, pasamos (por pura casualidad) por delante de una cafetería que se llama Elephant House. El sitio no tiene más interés que ser el lugar donde J.K. Rowling comenzó a escribir el primer libro de la saga de Harry Potter, y así lo anuncian en todo el escaparate. Y todos los frikis (perdón si alguien se siente aludido), de peregrinaje a la cafetería. No me quiero ni imaginar a cuánto cobrarán el café con leche. Yo, que no me he leído un solo libro ni visto una sola película (de Harry Potter, quiero decir), pero soy un mitómano de mierda, quise hacerme la foto. Y no sé porque tengo esa cara de emoción en la foto, la verdad, porque ni me va ni me viene. Aquí tienen mucha pasión por el niño mago gafotas; igual habrá que leerse alguno de los libros, algo tendrá el agua cuando la bendicen (y convierte a la autora en una de las personas más ricas del Reino Unido).
Así como en Londres hay un montonazo (pero montonazo montonazo) de italianos, en Edimburgo los españoles ganaban por goleada. Total, que al caer la tarde, y mientras buscábamos un sitio para cenar, entablamos conversación con un chico de Valencia. Estaba allí estudiando inglés, y entre gaitas y flautas nos comentó que al día siguiente se disputaba un partido de rugby entre Escocia e Italia. Y una idea comenzó a germinar en mi cabecita ...
3 comentarios:
Trobut a faltar retratus dels plats que us endrapàveu, que amb tota seguretat, no eren pas amanides... :)
Rous.
La veritat és que no hem fet fotos del menjar. En alguna ocasió portàvem la càmera a sobre, però no sé si era la gana o què, però quan volia fer la foto ja no quedava res al plat ... :-)
En una callecilla que daba a la Royal Mile, había un puesto de patatas asadas...jeje
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